La alimentación es uno de los pilares básicos sobre los que asientan la prevención de múltiples enfermedades, y esto es así a cualquier edad y en cualquier colectivo de personas.
La comida constituye uno de los actos personales y sociales más gratificantes, que permite relacionarse con otros seres, pero al mismo tiempo este placer se ve mermado por las dificultades que aparecen por el envejecimiento o por enfermedades que limitan la elección de la dieta, o por los medicamentos que se precisa tomar.
Por lo que conciliar una dieta saludable, unida a gustos y problemas que se presentan es difícil.
Comer bien no es igual que comer sano, y es importante conseguir seguridad en el consumo de alimentos cuando la salud ya está afectada.
La dieta, la actividad física y la eliminación de hábitos nocivos son los tres pilares básicos en la prevención y educación para la salud.
No se trata de saciar el hambre sino de ofertar una alimentación equilibrada, de calidad y compensada en cuanto a nutrientes, por las elevadas repercusiones que tiene en los usuarios a los que atendemos.
En nuestro colectivo las alteraciones en los órganos de los sentidos, los problemas masticatorios, deglutorios y la toma de medicamentos que interfieren con los alimentos, obligan a aplicar regímenes terapéuticos llevando implícito prohibiciones y renuncias a placeres.
En el ámbito institucional hay gran variedad de disciplinas que intervienen en este proceso desde cocineros que manipulan los alimentos hasta conseguir texturas adecuadas, cuidadores, personal sanitario y hasta trabajadores sociales y terapeutas ocupacionales que ven en la comida un acto de socialización.
Con una “dieta saludable” se pretende alcanzar resultados a corto plazo o inmediatos como la regulación del peso corporal y el bienestar de hacer comidas menos pesadas, como a medio y largo plazo por el efecto cardiovascular, osteomuscular, control de enfermedades como diabetes o hipercolesteronemia, etc., por lo que se puede decir que se pierde un cierto grado de placer, a costa de grandes beneficios, es decir, se invierte en salud.
En las personas con discapacidad intelectual institucionalizadas, personas mayores, etc., se deben atender y respetar varias consideraciones en la dieta:
- Aceptar el modelo alimentario que les es propio y hacer las modificaciones de forma progresiva y paulatinamente.
- Tratar de equilibrar la dieta desde el punto de vista energético-nutricional, que hoy sigue siendo hipergrasa, hipercalórica e hiperproteica.
- Equilibrar la dieta desde el punto de vista de los alimentos.
- Seguir los criterios de preferencia de la mujer (más pescado y verduras), que suelen ser más sanos que los del hombre (más carne y legumbres).
En instituciones es conveniente realizar al menos cuatro comidas que podrían aumentarse en dos suplementos de complemento a media mañana y complemento nocturno.
Las personas que viven en nuestra asociación son heterogéneas en cuanto a constitución, gustos, y estado de salud, por lo que las apetencias y necesidades de cada uno son diferentes.
Una dieta adecuada es aquella que permita conseguir y mantener un nivel óptimo de salud en las personas. Así obtenemos un estado nutricional equilibrado entre la alimentación ingerida y el gasto orgánico, para conseguir el máximo de salud y bienestar.
Con la edad se produce una disminución progresiva de las necesidades energéticas porque la actividad física es menor y se disminuye la masa muscular.
La disminución del metabolismo basal y el sedentarismo disminuyen las necesidades energéticas, (en la mujer sobre 1600 kilocalorías/día y en el hombre 2000 kilocalorías/día).
Un gramo de hidratos de carbono aporta 4 kilocalorías y deben de suponer el 50-60% del aporte energético total, (cereales, legumbres, frutas, verduras, hortalizas, lácteos, azucares).
Un gramo de lípidos aporta 9 kilocalorías y deben constituir el 30-35% del aporte energético total, (carnes, embutidos, mantequilla, pescado azul, aceites vegetales, etc.), han de usarse de forma juiciosa.
Un gramo de proteínas aporta 4 kilocalorías y deben constituir el 12-15% del aporte energético total, hay circunstancias en las que deben suplementarse si hay úlceras por presión, procesos infecciosos, quemaduras.., y en otras se deben de controlar o disminuir, sobre todo en la insuficiencia renal (huevos , carne , lácteos , cereales, legumbres).
Las necesidades de minerales y vitaminas en principio son iguales en las personas jóvenes y mayores, pero sí cambian si se toman medicamentos como diuréticos, antiepilépticos, antiácidos, etc.
Muy importante la ingesta de calcio y fósforo que actúan en el metabolismo óseo. A veces si la dieta es insuficiente, requieren un suplemento (leche y derivados, pescados azules, almendras, vegetales de hoja verde).
Hierro siempre tenerlo en cuenta en ciertas enfermedades sobre todo digestivas y con la toma de medicamentos (hígado, carne roja, yema de huevo, legumbres).
Las necesidades de vitaminas suelen estar cubiertas si la dieta es de unas 1800 calorías, si la dieta es más restrictiva hay que hacer un aporte vitamínico.
La fibra no posee valor nutritivo pero es muy importante para prevenir el estreñimiento y mejorar los niveles de glucemia y colesterol (legumbres, cereales, verduras, frutas). Se puede tomar en forma de preparados siempre con abundante agua.
El agua no tiene valor calórico, pero es rica en minerales, se debe vigilar por disminuir la sensación de sed, tener saciedad prematura y problemas en la deglución. Se requieren 1,5-2 litros al día que se aumentará en caso de calor, fiebre, vómitos, diarreas, quemaduras, toma de diuréticos y laxantes.
Las pirámides de alimentación determinan la dieta variada, equilibrada y saludable. En el primer escalón estaría el agua, en el siguiente pan, cereales, arroz, pasta, patatas, en el tercero estarían verduras, hortalizas y frutas, seguidos de los lácteos y así hasta llegar al vértice de la pirámide donde se situarían los alimentos que sólo deben ser consumidos de forma ocasional como las grasas, mantequilla, margarina, dulces, bollería, embutidos, etc.
Reglas para una alimentación adecuada:
- Tomar gran variedad de alimentos, pero en poca cantidad.
- Comer despacio y masticar bien.
- Evitar exceso de grasas de origen animal.
- Consumir grasas insaturadas (aceite de oliva, omega 3)
- Tomar leche semidesnatada o desnatada suplementada con vitaminas A, D, E.
- Moderar el consumo de azúcar y usar poca sal.
- Aumentar el consumo de fibra: frutas, verduras, cereales y legumbres.
- Limitar el consumo de azucares, dulces y bollería.
- Mantener ingesta adecuada de calcio, vitamina D, pasear y tomar el sol a horas adecuadas y si el estado de salud lo permite.
- El agua ha de ser la bebida por excelencia, beber a intervalos regulares, aunque no se tenga sed.
- Moderar el consumo de sustancias excitantes como café, té, coca-cola, etc.
- Evitar el consumo de alcohol.
- Prevenir o reducir el sobrepeso.
- Realizar ejercicio físico, siempre que sea posible.
En nuestros centros se debe de tener una dieta basal y otras con las modificaciones que haya que llevar a cabo, como de:
- Diabetes controlada en calorías, azúcares, dulces, bollería y grasas.
- Hipocalórica para los residentes con sobrepeso.
- Insuficiencia renal con disminución de proteínas, sodio y potasio.
- Dietas especiales de protección gástrica, astringentes, etc.
- Dietas modificadas de textura como semitrituradas, trituradas o para nutrición enteral. En éstas es muy importante el contenido y la ración ingerida. Hay que calcular las necesidades para evitar suplementación o malnutrición. Se pueden dar como alternativa preparados comerciales con los que tenemos asegurado el aporte correcto según las necesidades de los usuarios.
Tanto la dieta basal, como las dietas especiales, se ajustan y modifican según la estación anual, cuya composición ha sido previamente valorada en cuanto a sus contenidos energéticos, y a la proporción de nutrientes, siendo opcionales su contenido en fibra, minerales y vitaminas, responsabilizándose el médico, director del centro y jefe de cocina de la idoneidad de dichas dietas y menús.
Hay una “dieta basal” normal adecuada a los usuarios que no precisen dietas terapéuticas, de aproximadamente 1700/2500 kcal/día, teniendo en cuenta sus preferencias y gustos, hay que asegurar una correcta hidratación mediante la ingesta de líquidos, especialmente agua, que se suplementará los meses de calor.
Las “dietas especiales” se eligen calibrando los nutrientes según las necesidades específicas de cada una. No se añade azúcar, sal, se aumenta o disminuye la cantidad de fibra, los lácteos tienen características especiales o son sustituidos si es necesario, y en los casos precisos se añade espesante. Las elaboraciones son sencillas, sin estimulantes ni irritantes de la secreción gástrica, excluyendo alimentos flatulentos, grasos y otros no convenientes, su valor calórico esta entre 1300-1700 kcal/día, se vigila peso y cantidad de las raciones, se mantiene la ingesta hídrica y la actividad física moderada siempre que sea posible.
Como conclusión, podemos decir que con nuestros usuarios y las características especiales que tienen, independientemente de que precisen dietas basales normales o dietas especiales, debemos de tener en cuenta que no por muchos alimentos que tomen van a estar correctamente nutridos, que a veces es preciso valorar ventajas y desventajas, disminuyendo la satisfacción de sus gustos, socialización, etc. y cambiar los hábitos alimenticios que van a aportar mejoras que se ven desde el momento en que se inicie, a corto plazo, hasta largo plazo. Tal como comenté anteriormente “estamos invirtiendo en salud” con los grandes beneficios que nos reporta a todos y más aún a nuestro colectivo.
Es el trabajo de todos los profesionales que nos ocupamos de la discapacidad, intentar cambiar de forma progresiva, modificando la “idea” que tenemos en relación a la cantidad y calidad de la alimentación, y sustituir por otras opciones más saludables, para que en el futuro se pueda comer bien, lo necesario y se esté nutrido de forma correcta, consiguiendo de esta forma mejor calidad de vida, pronóstico y evolución de sus patologías.
Rosalía Reyes Morillas
Médico Asociación San José
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